La Mejor política
Es una de las formas
más preciosas de la caridad, porque está al servicio del bien común y
conoce la importancia del pueblo, entendido como una categoría abierta,
disponible para la confrontación y el diálogo . Pero la mejor política es también la que tutela el trabajo,
“una dimensión irrenunciable de la vida social” y trata de asegurar que todos
tengan la posibilidad de desarrollar sus propias capacidades.
La
verdadera estrategia de lucha contra la pobreza no tiene por objeto simplemente
contener o hacer inofensivos a los indigentes, sino promoverlos desde el punto de
vista de la solidaridad y la subsidiariedad. La mejor ayuda para un pobre es el hecho de permitirle vivir una vida digna a través del trabajo.
También es tarea de la política
encontrar una solución a todo lo que atente contra los derechos humanos
fundamentales, como la exclusión social; el tráfico de órganos, tejidos, armas y
drogas; la explotación sexual; el trabajo esclavo; el terrorismo y el crimen
organizado. El Papa llama a eliminar definitivamente el
tráfico, la “vergüenza para la humanidad” y el hambre, que es “criminal” porque
la alimentación es “un derecho inalienable”.
La Encíclica menciona la necesidad de reformar las Naciones Unidas: frente al predominio de la dimensión económica que anula el poder del Estado individual; la tarea de las Naciones Unidas es dar sustancia al concepto de “familia de las naciones” trabajando por el bien común, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos. Recurriendo incansablemente a “la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje”. La ONU debe promover la fuerza del derecho sobre el derecho de la fuerza, favoreciendo los acuerdos multilaterales que mejor protejan incluso a los Estados más débiles .
La política que necesitamos es la que dice no a la corrupción, a la ineficiencia, al mal uso del poder, a la falta de respeto por las leyes; se trata de una política centrada en la dignidad humana y no sujeta a las finanzas.
«dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder —sea, sobre todo, político, económico, de defensa, tecnológico— entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y —a la vez— grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder»
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